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Doctor en Ciencias Químicas por la Universidad del País Vasco, Josu Jon Imaz es desde julio de 2008 presidente ejecutivo de Petronor, empresa integrada en el Grupo Repsol YPF. Su trayectoria profesional, más conocida por la actividad política desarrollada entre 1994 y 2007, estuvo, sin embargo, estrechamente ligada al mundo de la industria y la I+D+i durante los 12 años previos.
Antes de ser eurodiputado del PNV en el Parlamento Europeo, consejero de Industria, Comercio y Turismo del Gobierno Vasco y presidente del máximo órgano ejecutivo del Partido Nacionalista Vasco, el Euzkadi Buru Batzar (EBB), Imaz fue responsable del Área de Composites y Polímeros y responsable de Marketing y Relaciones Exteriores de INASMET y promotor industrial del Grupo Cooperativo Mondragón.
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¿Cuál ha sido el camino recorrido por los Centros Tecnológicos en estos últimos años? Cómo lo valora?
Cuando los Centros Tecnológicos empiezan a principios de los 80, la inversión en I+D en Euskadi suponía el 0, 067% del PIB; es decir, que hemos aumentado el ratio por 25. Esto es importantísimo y hay que decir que se ha hecho porque ha habido un gran esfuerzo por parte de las empresas, por parte de las instituciones y porque hay personas formadas que han podido llevarlo a cabo. Y también porque existe un modelo de centros, de universidades, de empresas, un sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación en Euskadi, que ha funcionado con éxito. Yo creo que ése es el mejor medidor, por encima de cualquier visión chauvinista. En aquel momento, cuando se iniciaron los centros vascos, teníamos 4 veces menos de inversión que la media española, ahora estamos un 50% por encima. Y eso que la media española ha avanzado mucho en los últimos años, pero nuestro modelo también ha funcionado.
¿Cómo prevé que será la evolución en el campo energético?
Primero, creciente. La demanda de energía mundial va a subir en los próximos años. Hay países que suponen más de la mitad de la población mundial, como China, India, Brasil, Indonesia, países de Oriente Medio o Latinoamérica, que aspiran legítimamente a vivir como nosotros. Y afortunadamente, hay decenas de millones de personas en esos países que están saliendo de la pobreza y están pasando a engrosar las clases medias. Esto significa mayores ratios de consumo, acceso a un automóvil, a viviendas dignas, a electrodomésticos, a la educación, a infraestructuras; en definitiva, a todo tipo de servicios. Y esto es consumo energético. Por tanto, vamos a tener una demanda energética creciente que nos va a obligar, primero, a desarrollar las tecnologías de la eficiencia energética, a mejorar nuestra intensidad energética, y a generar unidades de PIB con menor crecimiento energético para hacer un esquema eficiente de los recursos.
¿Cuáles serán las fuentes de suministro energético en el futuro?
Según los estudios de la Agencia Internacional de la Energía (IEA), en 2030 -dentro de 22 años- el consumo energético mundial posiblemente aumente, según los diferentes escenarios, entre el 30 y el 55 por ciento. Ese escenario, variable en función de nuestra capacidad para hacer una apuesta intensiva por ser más eficientes, va a exigir un desarrollo de todas las fuentes. Creo que el petróleo y el gas van a seguir constituyendo la mitad o algo más de la mitad de la oferta mundial. Lógicamente, los procesos de transformación y utilización de estos combustibles fósiles tendrán que ser cada vez más respetuosos medioambientalmente.
Pero, además, va a hacer falta una apuesta intensiva por las energías renovables de todo tipo. Todas van a ser necesarias. Hay un campo magnífico para la eólica -que ya es una realidad- la solar y las energías marinas, además de diferentes utilizaciones de las bioenergías en general, biomasa, etc. Y creo que hay que abrir con prudencia pero con seguridad técnica el debate nuclear. Con prudencia pero con rigor. A día de hoy hay 460 centrales nucleares en el mundo; de ellas la inmensa mayoría se acercan al final de su ciclo de vida. En la actualidad, la energía nuclear supone el 16-17% de la generación eléctrica mundial y si vamos a prescindir de estas fuentes, habrá que pensar cómo combinamos el todavía incipiente campo de las energías renovables y los ratios medioambientales, con la generación eléctrica necesaria para garantizar el suministro.
¿Cómo está posicionada Euskadi en el campo de la energía?
En una sociedad como la vasca, que es industrial y por tanto está acostumbrada a convivir con la industria, seguimos teniendo un punto de tensión con las necesidades energéticas, cuando, en realidad, la energía no deja de ser la industria. La energía, además de ser absolutamente necesaria para nuestras actividades, es un gran generador de empleo y de tecnología para la sociedad vasca. Y creo que además Euskadi está particularmente bien posicionado en muchos segmentos energéticos. Tenemos la mayor refinería de la Península y tenemos un saber hacer en los tipos combinados de gas y en las energías renovables. De hecho, de cada cinco aerogeneradores que se fabrican en el mundo, uno se fabrica aquí. Y si miramos en el campo de las energías renovables en Estados Unidos, la empresa líder es una empresa líder vasca y el segundo fabricante mundial de aerogeneradores también lo es. Creo que tenemos fortalezas en muchas tecnologías energéticas en los diferentes campos como para que pensemos que la tecnología, además de ser un factor de competitividad también es eje estratégico, industrial y tecnológico, fundamentalmente.