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Juan Tomás Hernani | Secretario General de Innovación del Ministerio de Ciencia e Innovación

2011/05/02  
  El que fuera director general de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), Juan Tomás Hernani, es desde 2009 secretario general de Innovación del Ministerio de Ciencia e Innovación (MICINN). Aprovechamos su visita a nuestros nuevos laboratorios para realizarle esta entrevista.

Ingeniero Industrial por la Escuela Superior de Ingenieros Industriales y de Telecomunicaciones de Bilbao, licenciado en Ciencias Empresariales y Máster por el Cranfield Institute of Technology del Reino Unido, la trayectoria profesional de Juan Tomás Hernani es también muy destacada. Entre otros puestos, ha sido director técnico de Robotiker, director general del Grupo Isabel, consejero delegado de KEONAZERTIA, y director general del área internacional de Innobasque y de Eurobulegoa. Trabajó también durante once años en la Dirección General de Empresas del Grupo Industrial del BBVA y en el momento de pasar al Ministerio de Ciencia e Innovación, ejercía la presidencia de la Comisión Delegada de la Fuente de Espalación de Neutrones ESS-Bilbao.

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Gran parte de su vida profesional ha transcurrido en el ámbito privado, pero de unos años a esta parte vive dedicado a la cosa pública ¿Qué diría que es lo mejor y lo peor de cada uno de estos mundos?
Yo concibo lo público más como una misión que como un trabajo. Creo que el espíritu de servicio al ciudadano y la voluntad de transformación de la sociedad constituyen la motivación que debe regir una gran ambición. Es una motivación muy diferente a la de defender una cuenta de resultados. Para mí es una experiencia estupenda. Dicho esto, las carencias del mundo público están quizá en la capacidad de gestión. El mundo privado es un mundo mucho más eficiente. Se dice que no se puede hablar de gestión pública y gestión privada, sino de gestión eficiente y menos eficiente, pero la realidad es que la dinámica de alto nivel en lo público conecta menos con la gestión en general y hay una desconexión entre la tarea de la acción pública y la de planificación y gestión. Yo creo que el mundo privado aporta mucho know-how de gestión de proyecto, de avance, control, seguimiento y corrección, y el mundo público aporta una gran visión estratégica y de capacidad de transformación. De todos modos, diría que en el mundo público es bueno estar para luego salir. Tener un horizonte temporal y unos objetivos para un plazo; tener extirpado de raíz el perpetuarte y saber que vas a desarrollar un proyecto, un plan. Además, exige una demanda personal muy fuerte, tanto desde el punto de vista de horas, implicaciones con la familia… Vulnerabilidad en muchos campos. Creo que el debate público-privado deberíamos trasladarlo al campo de las personas, y conseguir que sean muchos los que salten la barrera de un lado a otro, con sus diversos bagajes.

También ha dedicado parte de su trabajo a la difusión de la ciencia y la tecnología. ¿En qué medida piensa que la divulgación de ambos disciplinas influye en la mentalidad de las empresas? ¿Podemos educar para la innovación?
Yo creo que es muy importante, aunque hablaría más de comunicación que de divulgación. Al final una empresa vende porque la promesa que hace a un cliente es aceptada por éste, quien además de aceptar un contrato y unas cuestiones objetivas, es movilizado por una percepción, una emoción. Y las empresas conocen muy bien la importancia de la percepción de sus clientes; la importancia previa, durante, y la importancia después. Yo creo que en el mundo de la ciencia pasa lo mismo, lo que sucede es que para cada tema necesitas profesionales. No puedes pedirle a un ingeniero que sea un profesional de la comunicación.

Además, pienso que falta internalizar en un gran proyecto de planificación, no solamente la comunicación, sino también el valor que la ciencia apor ta a la economía, a la Sociedad. Saber cuál es el billete de Lotería que estoy comprando con un proyecto de investigación. Invertir tiempo en formular objetivos “soñadores”, a 10-15 años vista, de lo que será una apuesta de investigación y luego comunicarla. O sea, decirle a la Sociedad “nosotros estamos trabajando porque en 2025 no haya cáncer, porque las ciudades sean limpias, no utilicen vehículos de explosión de dentro del ámbito urbano, porque nuestra generación de energía dependa en un muy alto porcentaje del sol y del viento…” La comunicación es muy importante, pero no como una tarea única de los periodistas, sino como algo esencial y central de lo que todos hacemos.

¿Considera que los Centros Tecnológicos debemos participar de esa labor de difusión o piensa que ésta es una tarea de otros agentes?
Yo creo que los Centros tenéis un papel de conexión con la industria en el que la concienciación de la importancia de la inversión en innovación es fundamental. Yo creo que los Centros vascos sois un modelo de transformación de vuestras propias estructuras, de modernización de las mismas y pienso que seguiréis evolucionando vuestros planteamientos estratégicos. Estoy convencido de que hoy, en este momento estamos en los primeros fotogramas de la nueva película que va a cambiar radicalmente la forma de hacer ciencia e innovación.

¿Cual diría que es el principal reto al que se enfrenta el modelo productivo español?
“El cambio del modelo productivo”, esta frase que tiene comillas y de la que alguien tendrá un trademark, no es otra cosa que el conjunto de miles de proyectos en todas las regiones, todos los sectores. Desde pequeñas iniciativas emprendedoras a grandes proyectos que alumbran nuevos sectores. La innovación debe estar presente en todos los sectores, aunque hemos sufrido ya una corrección sectorial. Unos pocos sectores tradicionales son los altos responsables del desempleo generado. Sin embargo, en todas las actividades económicas encontramos empresas innovadoras que triunfan, mientras sus competidores cierran.

Hay un segundo elemento en este cambio que también es claro: lo internacional. Hoy cobra una relevancia e intensidad totalmente distinta, que afecta al día a día de nuestras vidas. Tenemos que aceptar pasar menos noches en casa y nuestras carreras profesionales tendrán que repartirse por el mundo. No podemos vivir en Euskadi 40 años de vida laboral porque este modelo no nos va a dar de sí. Hay que entender que tendremos que pasar 10 años en Brasil, China… que volveremos aquí, que quizá nos volvamos a marchar… y esta conciliación de la vida personal con la vida laboral es cada vez más complicada. Por otro lado, hoy nuestros hijos afrontan comprarse un piso barato de 50 millones de pesetas con un sueldo de primeras fases de 1.200 euros y muchos de ellos no trabajan. Este es nuestro gran reto. Los que tenemos trabajo tendremos que viajar mucho más, sacrificarnos más, y tratar de sacar lo positivo de esta experiencia más mestiza y variada. No sólo los directivos o especialistas deben ser quienes viajen.
Necesitamos crear empleo de base, generar oportunidades de primer empleo para nuestros jóvenes en las filiales que nuestras empresas tienen en el mundo. Si me lo permites, podría resumirlo en aceptar vivir peor para vivir mejor.

¿Qué opinión le merece la propuesta alemana de desligar el IPC del salario para pasar a valorar la productividad de las empresas?
Necesitamos mantener un equilibrio de las fuerzas económicas y sociales en el sistema. Hemos tenido 10 años de pérdida objetiva de productividad, por el diferencial de inflación con la zona euro. Existe un paradigma bastante generalizado de que aquí tenemos que competir con las actividades de alto valor porque no podemos competir en las de bajo valor, que debemos desplazarlas a otras zonas del planeta. Este paradigma, siendo cierto, puede convertirse en una especie de trampa, como la de una escalera de madera por la que subimos para evitar un incendio. Vamos a encontrar siempre nichos nuevos, valor nuevo; esto es cierto, pero es una trampa si pensamos que es la solución al problema. La solución al problema es formar parte de la fiesta. Tenemos que “estar” y desarrollar cuotas de mercado en Brasil, en China o en Namibia, según las estrategias. Necesitamos desarrollar una internacionalización más integral, no sólo de nuestros productos sino también de nuestras personas, sincronizando estrategias de desarrollo con las corrientes de gente que mandamos al mundo. Eso revertirá como un bumerán en la capacidad internacional de cualquier grupo que esté empezando a desarrollarse. Por tanto, yo diría que si nuestro problema es aumentar los salarios en relación al IPC o a la productividad, es sólo una parte del debate, y a mí me parece que es la parte pequeña. La grande es precisamente ese músculo internacional.
 
info:  Clara Bilbao,  bilbaoc@gaiker.es

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